De mi podría decir poco
porque siempre me pareció mejor lo que se dice tras las copas,
lo que se esconde bajo la ropa;
el idioma piel con piel.
Aún no me conozco y
supongo,
que es la única forma de con(vivir) conmigo.
Temo muchas cosas,
pero a muy pocos quienes.
Quiero decir:
que ya he visto las uñas afiladas y los límites del ser humano
y solo podría hablar de los desgarros que me causa su egoísmo;
su crueldad disfrazada de empatía
y maquillada con trazos de bondad.
Lástima que dicha máscara se nos corra justo a tiempo
y dejemos a nuestra falsa modestia en bragas una vez más.
Del(atándonos).
Porque al fin y al cabo estamos de cuerdas hasta el cuello.
Y aprieta; pero nunca ahoga.
Sin embargo a mi sí.
A mi si me temo porque aún no he aprendido a ponerme cadenas
si me ponen el caramelo delante
la miel en los labios
y el amor en las venas.
Me temo porque si se trata de lo que amo
no me importan las huellas;
al corazón no le interesan las barreras
y yo, me vuelvo mi propio sicario
cada quincena.
La pena se escribe,
la soledad no es conmigo
y la muerte solo me parece ausencia.
Me acuso de neurótica
y me confieso culpable
si se trata de alcanzar el final de mis pasos
y llegar a mis metas.
Me beso las heridas
porque no dejo que cualquiera lama mis errores.
Aparto mis piedras
y las pongo a ciegas.
Siempre en el mismo lugar
para volver a tropezar.Una vez más.
Como quien acaricia el hocico de un felino
esperando que traicione a su instinto.
Pero siempre me creo
y me afirmo.
Me duelen los míos y lo mio.
Se derramar ríos con penas de otros
y reír en carcajadas ajenas.
No conozco grises
y soy la única antagonista de mi historia.
Huyo siempre empapada de miedo
para después volver y comérmelo a muerdos.
Desafío mi fragilidad cada vez que se balancea.
Cristal y piedra.
Inestabilidad y fortaleza.