domingo, 15 de noviembre de 2015

Pray for life

A mi me duele París y la piel de un niño sin vida sobre el suelo ardiente de Siria. 
Me duelen las lágrimas de ese padre que lo abraza esperando que no sea una despedida. 
Me duele su llanto ahogado en la rabia que supone que te quiten lo que es tuyo.
Me duele el dinero de mano en mano que financia ríos de sangre,
y que solo provoca sequía de vida.

Me duele París porque fue la única ciudad que me hizo creer en el amor

y nunca vi en ella un escenario de temor.
Me duelen sus calles arrasadas de soledad; 
y la ausencia de su banda sonora en el acordeón de algún músico.

Me duele el miedo que hoy no se atreve a pisar sus calles, 

y las manos del pianista que recuerdan a Lenon  
y ayudan a quienes buscan imaginar; imaginar que no ha pasado;
imaginar que no volverá a pasar.

Por doler, desde aquí y con el egoísmo al que me condena mi posición

y el mundo donde he nacido;
me duelen los que se justifican por algo que no lleva su nombre
y serán juzgados sin más; 
me duele la valentía de quien no tiene miedo a morir ni tiene nada que perder
porque todos sabemos que es la más peligrosa e hiriente que existe.

Me duele el inhumano que ordena y maquina

y se queda sentado para ver explotar su obra maestra; su matanza ingobernable.
Me duelen sus marionetas y la facilidad de moldear ideas con creencias.
Me muerde el alma la ignorancia de quienes se aferran a religiones
y juegan a ser dios.

Hoy no dejo de pensar en aquellos que se quedaron en casa

esperando a que los suyos volvieran
y no solo hablo de París. 
No dejo de pensar cuanta gente se arrancó de la vida de otras, 
cuantos amores quedarán hoy enterrados bajo flores
e iluminados sobre la luz de alguna vela.

No dejo de pensar cuánta pena cabe en un minuto de silencio 

ni cuántas vidas vamos a dejar pasar antes de acabar con esto.
Y no solo en París.